Cuando todos crean, pero nadie escucha
Abres una red social y en menos de cinco minutos te cruzas con 12 imágenes generadas por IA, 5 titulares escritos por modelos de lenguaje, 3 videos con voces clonadas y un anuncio de un curso que promete enseñarte a hacer todo eso sin necesidad de saber escribir, dibujar o producir. Lo llaman «democratización». Algunos lo celebran como una revolución; otros lo viven como una distopía.
La inteligencia artificial generativa ha puesto herramientas poderosísimas al alcance de todos. Pero con esa promesa también ha desatado un fenómeno inquietante: el ruido. Una sobreproducción de contenido sin precedentes, donde la creatividad ya no es escasa, sino indistinguible. Una torre que se eleva rápido, sin planos, sin control y sin entenderse a sí misma, como una Torre de Babel, donde impulsados por el FOMO todos quieren llegar más alto, sin darse cuenta que al caer todos hablarán un lenguaje distinto, porque nadie escucha de verdad a los demás, y menos a los que advierten sobre los peligros.
El espejismo de la accesibilidad
Es cierto que muchas barreras han caído. Lo que antes costaba miles y requería equipos especializados, hoy puede lograrse desde un celular. Esto, en principio, es positivo. Pero sin propósito ni criterio, lo accesible se convierte en superficial: millones ya se hicieron su retrato al «estilo» Ghibli, pero no muchos ni saben quien es Miyazaki o conocen su obra.
La IA no está reemplazando habilidades, está reconfigurando los fundamentos de qué significa crear. La idea de que «cualquiera puede generar» suena bien, hasta que la pregunta correcta aparece: “¿Y qué están generando realmente?”
El diseñador que estudió composición y teoría del color ahora debe competir con prompts que producen cientos de visuales en segundos. El redactor que se formó en narrativas y tono de voz ve sus ideas reescritas por herramientas que sintetizan sin alma. La IA no es el problema. El problema es haber soltado estas herramientas sin educación, sin marco ético y sin responsabilidad compartida.
Lo que advertimos y no escucharon
Hace apenas unos meses, en «Libera la IA«, hablábamos de tres principios inspirados en Asimov para usar esta tecnología de manera responsable: no dañar la creatividad humana, obedecer la dirección humana ética, y reconocer el rol de la IA sin desplazar el esfuerzo humano. Ese artículo no solo fue una reflexión temprana, sino que también inspiró un proyecto académico que gracias al trabajo en conjunto con mis compañeros: Ashley Andrade, Mishel Delgado, Jennifer Haz, Ismael Pérez y Eduardo Rodríguez, fue presentado exitósamente como proyecto integrador en la asignatura de Sociología de nuestra carrera en la Universidad Casa Grande, y hoy inicia un camino para convertirse en algo más grande de la mano de profesionales a quienes ya he elegido para materializarlo, pero es un camino largo.
Pero como una voz que apenas clama en un desierto de apatía y cegados por la novedad, la inmensa mayoría de personas desoyen las advertencias de personas que hacen advertencias como las de Ian Malcolm en Jurassic Park.
Por eso, de manera analoga a esta advertencia, nosotros podríamos decir: “Estaban tan ocupados preguntándose si podían hacerlo, que no se detuvieron a pensar si debían hacerlo”. Se abrió la compuerta de la generación masiva sin pensar en el ecosistema. La velocidad se antepuso al valor. Y ahora, navegamos un mar de contenidos sin norte ni profundidad.
Las eras que nos trajeron hasta aquí
Es necesario que recordemos que cada gran cambio tecnológico en la industria creativa ha repetido este ciclo:
- 1965: Con la incorporación de la fotografía en agencias, se anuncia el fin de los ilustradores. No desaparecen, se adaptan.
- 1985: Con las primeras máquinas de revelado, se predice el fin de los laboratorios fotográficos. Sobrevive el criterio.
- 1990: La fotografía digital comienza a masificarse. Se teme por la desaparición del fotógrafo profesional, pero surge una nueva era de edición y postproducción.
- 1992: Aparece Photoshop 2.5 para Windows. Comienza la era del retoque digital. Algunos lo ven como el fin del arte visual tradicional.
- 1995: Las fotocopiadoras reemplazan a las secretarias mecanógrafas. Pero no pueden reemplazar la organización ni la inteligencia humana.
- 1997: El CGI (imágenes generadas por computadora) se consolida con películas como Titanic y Jurassic Park. Se teme que los efectos digitales desplacen a artistas tradicionales y maquetadores.
- 2000: El 3D se convierte en estándar para animación y videojuegos. La industria visual entra en una carrera tecnológica acelerada.
- 2005: Adobe compra Macromedia; las herramientas se concentran. Se proclama la «autonomía del creativo», pero también comienza la desvalorización del especialista.
- 2023-2025: La IA generativa estalla. Ahora, la narrativa es: «no necesitas saber nada, solo el prompt adecuado».
La diferencia es que esta vez no tuvimos tiempo de adaptar nuestras estructuras. No hay brecha, hubo abismo.
El nuevo dilema: calidad vs velocidad
Estamos en un punto donde generar contenido es fácil, pero generar criterio es urgente.
En este escenario, el verdadero acto revolucionario no es usar IA. Es saber para qué. Cuestionar. Curar. Filtrar. Combinar lo que la máquina propone con lo que el humano sabe, siente y elige.
Porque si todos generamos pero nadie escucha, si todos hablamos pero sin comprendernos, habremos construido no una torre, sino una trampa.
Fuentes:
- https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/ue-pacta-primera-ley-sobre-inteligencia-artificial-mundo-usos-prohibidos-multas-y-antecedentes_21207
- https://www.iberdrola.com/gobierno-corporativo/sistema-gobernanza-sostenibilidad/politicas-compromiso-social/politica-herramientas-inteligencia-artificial-algoritmos
- https://www.eleconomista.com.mx/tecnologia/6-propuestas-de-regulacion-de-la-inteligencia-artificial-20230812-0001.html
Contenido desarrollado bajo la idea y dirección de humana de Néstor Ortiz en colaboración con ChatGPT 4o como asistente de escritura, Dall-e 3 y Adobe Firefly como herramientas de diseño.


