Imagina por un momento que vives en uno de tantos reinos donde el poder cambia de manos como el viento y la lucha por el trono no da tregua. Allí, en medio de las cenizas de un rey loco, cuya ambición y desvaríos llevaron al reino al borde de un infierno, emerge ahora una figura que busca ocupar su lugar. Una joven líder, proclamándose a sí misma quebrantadora de cadenas, promete devolver al pueblo la grandeza perdida, pero su sombra no es solo la de sus estandartes, sino la del fantasma de aquel que antes gobernó con mano de hierro, ese que para algunos yace muerto, pero cuya presencia es innegable, y su legado sigue vivo en los discursos de su protegida y en los juramentos de aquellos que aún lo veneran fanáticamente.
Armada con proclamas que encienden los corazones de sus seguidores, su marcha es imparable. Sus cuervos mensajeros llevan sus palabras a todos los rincones del reino, y su ejército de fieles, como dothrakis desatados, no duda en arrasar con cualquier opositor en su camino. Sin embargo, algunos murmuran que esta búsqueda de gloria podría terminar con el reino en cenizas, como ya sucedió en los días más oscuros del reinado de su predecesor.
Mientras tanto en el trono de hierro, por ahora gobierna un joven que lucha por sostener su corona. Su ascenso fue rápido e inesperado, y aunque es de sangre noble, muchos lo ven como un gobernante ilegítimo y su falta de experiencia es evidente. Rodeado de consejeros débiles y enfrentado a una asamblea de lords y ladies que conspiran constantemente en su contra, cada decisión que toma parece herirlo más que fortalecerlo. Su guardia real patrulla las calles y las fronteras en un intento por mantener la paz, pero el reino enfrenta varias crisis que amenazan con desmoronarlo.
Por un lado está la crisis de la oscuridad, un azote que hasta hace poco cubrió todo el reino, como si incluso los fuegos de los castillos y las aldeas se apagaran bajo la sombra de una maldición. Cosechas enteras se perdieron, gente perdió más que solo el fruto de su trabajo, y muchos otros aprovecharon para sembrar el caos y la discordia. Los campesinos aún murmuran que las promesas de luz inextinguible que hizo el rey no son más que palabras vacías, mientras intentan prepararse para una próxima ola de oscuridad.
Pero lo que verdaderamente aterra al pueblo es la otra crisis: desde las montañas blancas de al Norte del Continente, donde el polvo mortal brota como un veneno, surge una amenaza que destruye todo lo que toca. Es un polvo, que transportado por entes malignos, no solo convierte a hombres y mujeres en sombras de lo que fueron, sino que alimenta la violencia que se extiende como un incendio incontrolable. Ciudades enteras han caído bajo el dominio de la barbarie, y la raíz de todo se encuentra en este polvo, que no solo destruye a los consumidores, sino que corrompe las instituciones del reino. El rey, desesperado por frenar esta ola de muerte y violencia, ha enviado a su guardia real y a los caballeros de los grandes señores a declarar un conflicto armado contra esta amenaza interna. Sin embargo, estas medidas han traído consigo rumores oscuros: desapariciones, traiciones y la sospecha de que incluso los muros más seguros han sido infiltrados por estas fuerzas siniestras. Los susurros hablan de jóvenes desaparecidos y atrocidades cometidas bajo el estandarte del orden, mientras allá muy al Norte, en las tierras más allá del Muro, donde algunos se llaman hombres libres, siguen siendo bastiones de odio, abuso y caos.
Mientras tanto, los campesinos del reino, quienes cargan con el peso de este interminable juego de poder, apenas logran sobrevivir. Aunque son ellos quienes soportan las consecuencias de las decisiones de los grandes señores, prefieren alzar las banderas de sus casas y enfrentarse unos a otros en batallas que solo benefician a sus amos. Los verdaderos peligros del invierno pasan desapercibidos, mientras los enfrentamientos internos desgastan lo poco que queda de sus fuerzas.
Por eso, ahora imagina como terminar este pesadillezco episodio, imagina que tú vas a tener que escribir su conclusión muy pronto. Te sugiero algo:
¿Qué tal si dejas de jugar este Juego de Tontos? No se trata de darle la espalda a la realidad ni de fingir que el reino no está en crisis. No se trata de dejar que otros decidan por nosotros, sino de no permitir que la lucha por el poder nos robe lo más valioso que tenemos: nuestra libertad de pensamiento, nuestra capacidad de discernir y nuestra humanidad.
¿Qué tal si, en lugar de entregarte ciegamente a los cánticos de las hordas, conservas tu propia voz? ¿Si, en vez de levantar estandartes ajenos y combatir con tus propios hermanos, aprendes a cuestionar sin fanatismo, a debatir sin odio, a escuchar sin el deseo de desacreditar al otro o imponer tus propias ideas?
Las casas nobles del reino seguirán conspirando, el trono de hierro cambiará de dueño tantas veces como el viento lo decida, pero al final, cuando la tormenta pase, solo quedaremos nosotros. ¿Qué habremos sacrificado en el proceso? ¿Valió la pena perder amigos, familia, tranquilidad, por defender a quienes, en su propia guerra, nunca pensaron en nosotros?
No podemos evitar la política, como no podemos evitar el invierno. Pero sí podemos decidir cómo enfrentarlo. Y si algo nos ha enseñado la historia de este reino es que, al final, las batallas más importantes no son las que se libran en los castillos, sino en la mente y el corazón de quienes deben sobrevivirlas.
La vida en el reino no perdona a quienes ignoran las señales. Si no reconocemos que el invierno se acerca, este reino terminará cubierto de cenizas.
¡Valar Morghulis!

